miércoles, 23 de septiembre de 2009

Me tumbaron del caballo...

En alguna parte de la Biblia leí la historia de un hombre llamado Saulo de Tarso que iba rumbo a Damasco, pero en el camino una luz brillante se le apareció y lo tumbó del caballo dejándolo ciego. Después escuchó una voz que le decía: "Saulo, por qué me persigues?".

Para los que no conocen bien la historia puede que no tenga mucho sentido, es por eso que la explicaré: Saulo era el encargado de perseguir y matar a los primeros Cristianos, y creyendo que obedecía y agradaba a Dios con esta tarea, Saulo era el hombre más temido por aquellos que acababan de profesar una nueva fe en Jesucristo.

Puedo imaginar la arrogancia de este hombre galopando con su capa de romano al aire, orgulloso de ser él quien pusiera fin a esta nueva secta que causaba revuelta y conmoción. Casi puedo verlo con su aire de grandeza, sintiendose invensible, temido, respetado, grande, tan poderoso como para privar de la vida a cientos y cientos depersonas en nombre de una causa justa... en nombre del orden y de Dios.

Pero poco sabía, una brillante luz y solo sintió el golpe, de pronto se encontraba en el suelo, tirado, ciego, tambaleante... y en esta condición dijo unas palabras claves: "¿Quién eres Señor?" Y una voz le respondió: "Soy Jesús a quien tú persigues", El temblando y temeroso dijo: "¿Qué quieres que yo haga?"...

A lo largo de mi vida, cada tanto tiempo, he pasado por situaciones que me han hecho tocar fondo. Y si lo analizo, cada vez fue para enseñarme que iba muy robusta y orgullosa en mi blanco corcel... por así decirlo.

Y hace menos de un mes... Pum! sentí solo que me esplomé... aturdida por el golpe, tirada en el suelo... preguntándome ¿Qué fue lo que pasó? me dí cuenta que no fueron las circunstancias, fue mi Señor quien me tumbó....

Después de perder horas preguntando y tratando de entender, lo supe, un poco tarde pero lo supe... Me había caído del caballo!!

Ya no era necesario cuestionar, ni hacer acrobacias mentales, ya no era en mis fuerzas ni en mis habilidades... no era yo, era Él!!! Él me había tumbado del caballo!!! Al instante una paz me envolvió y volví a enternder que había algo que Él me queria enseñar.

Tuve que preguntar: ¿Qué quieres que haga?

Debo admitir que la respuesta no me agradó. Y es que siempre que Dios nos pide algo, casi siempre, trata con el "Yo"... sí, su petición requeria que me dejara de lado para que Él pudiera crecer en mí.... y eso nunca es placentero. La ventaja es que aun temblorosa y tambaleante, aún aturdida por el trastazo, es mucho más fácil decir... "Sí Señor, lo haré!!"

Y el resultado fue su paz, .... esa paz en el alma que sobrepasa todo entendimiento.

La tormenta mental pasó, mi cuerpo se relajó, me levanté, limpié mis raspones y emprendí de nuevo mi camino.... ya no galopaba, ya no iba orgullosa ni arrogante... simplemente analizando lo sucedido emprendí mi viaje y mientras sacudía de mis ropas el polvo de la caída, solo sonreía mientras en mi mente decia: "Me tumbaste del caballo mi Señor... me tumbaste del caballo!!!".

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