Necesito escribir, pero éste delicioso licuado de manzana con mango, avena, nuez y canela no me deja. Pausa tras pausa para dar otro sorbo... la verdad ignoro si es la mejor opción para la noche, supongo que en la mañana es mejor, pero bueno... prosigamos.
Este fin de semana ha sido de bastante aprendizaje. Todos los días al volver de la escuela de mi hijo, en la ruta, se encuentra una funeraria. No le daba demasiada importancia hasta un par de meses atrás. Tal vez porque varios días (muy seguidos a mi ver) vi personas con la distintiva ropa que evoca el luto, y sólo pensaba en la triste navidad y año nuevo que pasarían estas personas sintiendo la ausencia del ser amado.
En fin, la cuestión es que cada día que paso, me es un claro recordatorio que no tenemos la vida asegurada. En realidad ninguno de nosotros sabe cuál será el último día de nuestras vidas... así que eso me ha puesto a pensar. Tal vez sea tiempo de empezar a ser más observador y agradecer por esos pequeños grandes detalles de la vida, como el beso que mi nena me acaba de dar para luego irse corriendo a ver la televisión, pues empezó su programa favorito.
Pero somos muy distraídos.
Nos olvidamos de meditar en nuestras propias vidas y actitudes, para estar más al pendiente de la vida y las actitudes de los demás. Y somos rápidos para levantar el dedo acusador. Emitimos un rápido diagnóstico basado en nuestras percepciones y prejuicios, ignorando que, tal vez, podamos estar equivocados, y rápidamente, la mayoría de los casos, erramos el diagnóstico; olvidando que el que está libre de pecado es el que debe tirar la primer piedra.
La vida es cíclica. A veces nos toca estar en la cima y otras en el abismo. Lo bueno y rescatable de esto es que, no siempre permaneceremos en el mismo lugar. Ni los éxitos, ni los fracasos permanecen para siempre. Así que más nos vale saber esperar.
Esperar a ver qué depara la vida y en el proceso tratar de ser transparentes y misericordiosos. Así, cuando estemos en la cima no tendremos nada para avergonzarnos, y cuando estemos en el abismo, no sé, tal vez alguien se apiade de nosotros de la misma manera que nos apiadamos de alguien más.
Y te lo dice alguien tan renuente al cambio. Vivo consciente de que las cosas que conocí no permanecerán así por mucho tiempo. Por eso trato de aprender... aunque a veces soy pésima como estudiante.
Y el reto es aprender a vivir una vida en constante cambio. Para unos es atemorizante, para otros desafiante, y otros más aterrador. Pero si somos lo suficientemente valientes y tenaces como para permanecer y no tirar la toalla, aún cuando las cosas no salgan como esperábamos, tal vez... tal vez podamos alcanzar a ver aquello con lo que alguna vez soñamos.
Sé tenaz y permanece, que a la mañana llega el gozo de un nuevo día...
Ciclada.
Martha Martínez de Valle.
Enero 2015
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