El día lunes, abro mis ojos y miro el reloj. El despertador no sonó y apenas tengo 15 minutos para alistar a mi hijo y llevarlo a la escuela. Me doy cuenta que he dormido en una posición poco extraña, un ligero dolor en el costado derecho de mi pecho me lo confirma. "Dormí chueca", pensé y no le dí importancia.
Inmediatamente bajo, aún tibia y salgo al frío patio a sacar de la secadora de ropa el uniforme de mi pequeño. De prisa y bebiendo un licuado en el carro, llevo a mi niño a sus clases. El resto del día pasó normal.
Martes, el ligero dolor sigue ahi, es más notorio cada vez que respiro profundo. "Es aire" me digo, asi que sigo el resto del día sin darle importancia. Una amiga me visita en la noche, no sé si lo notó, pero me sentía muy incómoda, no por su presencia, sino por el dolor un poco más punzante.
Miércoles. El dolor ahora es dolor. Aún así me las ingenio para llevar a mi hijo a su escuela. Voy a la oficina y no puedo estar. Me agacho y me duele, me rio y me duele, el dolor se ha pasado del pecho a la espalda, y lo que creía ser aire, ahora se ha convertido en algo muscular, creo. No puedo más y los minutos se me hacen eternos para ir a recoger a mi niño, para después ir con mi madre a que me de una sobadita, un tecito, o algo que me aminore el dolor. Gracias a Dios el dolor cede, pero no desaparece. En la noche me digo "Necesito descansar, mañana todo estará mejor".
Jueves. Suena el despertador, alcanzo a extender mi mano para apagarlo, pero el solo hecho de girarme sobre mi costado me es insoportable. Me duele el pecho. El dolor se me pasa a la espalda y hace que mi brazo se entuma ligeramente... Gracias a Dios todo es del lado derecho. Así que un infarto queda descartado. Pero iré al médico. Ya son tres días y no puedo dejar de preguntar: ¿Qué me pasa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario