...pues que me he arreglado el cabello.
Recuerdo que antes escribía de cosas más triviales, no importaba el tema, simplemente las palabras fluían; hoy, me cuesta un poco más trabajo hacerlo. No sé, tal vez al fin estoy madurando y las trivialidades ya no son tan importantes.
¿Será que antes era más ingenua? o simplemente tenía una boca muy grande. Puede que la lengua me funcionara más rápido que el cerebro y con mucha más facilidad expresara mis sentimientos. ¿Quién sabe?
Pero me causa cierta gracia ver comentarios de otras pequeñas almas ingenuas hablar de temas como matrimonio cuando no están casadas, o de la sabiduría de la vida cuando ni los treinta han alcanzado, y antes que te molestes conmigo, deja te digo que yo era igual.
Pero la vida se encarga de dar ciertos giros inesperados, y de pronto tu mundo tal cual lo conociste se vuelve un terreno inexplorado.
Creo que cuando somos demasiado jóvenes, somos a menudo arrogantes como para esperar a aprender algunas cosas... pero la vida es excelente maestro, ella se encarga de enseñarnos un par de cosas, o tal vez tres. Si esperas un poco, te darás cuenta que hay cosas más adelante en el camino, y que era mucho más fácil hablar o escribir de ello, que vivirlo.
Es como si aprendiéramos primero la teoría, pero llega el momento de poner todo en práctica, y ahí es donde sale a flote qué tan buenos estudiantes fuimos... pero no hay de qué preocuparse, en la vida no hay reprobados, solo personas recuperando sus materias. Tendremos que repetir una y otra vez el tema hasta que lo dominemos, y una vez logrado, somos promovidos al siguiente nivel.
Es cíclico... cuando creías haber dominado el arte de vivir, el nuevo nivel trae nuevos retos, nuevos demonios y gigantes a vencer. Habrá que tomar aire nuevamente y emprender la lucha otra vez...Sí, otra vez.
Es simple, no hay mucho que filosofar. Pero en un mundo en constante cambio, vale la pena detenernos a pensar: "¿Qué es lo que he aprendido a lo largo del camino?". Si puedes mirar hacia atrás y recordar a quiénes en algún momento te ayudaron, lo has hecho bien; si no es así, no has aprendido lo fundamental y estás en grande riesgo. La ingratitud te vuelve ciego.
Estoy aprendiendo a apreciar éste nuevo terreno, ¡Oh! ¿Qué si me ha costado trabajo? Claro que sí, pero estoy empezando a agradecer todo lo aprendido. Y de pronto, me encuentro en mi nueva "normal", y ya no me incomoda, es lo cotidiano y me siento bien.
Las visitas al salón de belleza no son tan fundamentales como antaño: ropa limpia, cambiar pañales y tener cena temprano le han sustituido... pero hoy fui a arreglarme el cabello, y se siente bien, no lo niego; pero mejor se siente saber que "algo" he aprendido a lo largo del camino.
En nuevos terrenos,
Martha Martínez de Valle.
Julio 2015
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