sábado, 5 de abril de 2014

La primer piedra...

Es difícil ser cristiano.

Decirlo es demasiado fácil, vivirlo es lo complicado.

Se requiere de carácter y de mucha voluntad. Pregonamos una vida de arrepentimiento, lo cual significa voluntariamente dar la espalda a lo malo y hacer lo bueno, lo cual, no siempre es lo más sencillo..

Se trata de estar siempre alertas, de estar siempre a la defensiva, de no bajar la guardia en cuanto a las mil y un tentaciones con las que lidiamos cada día. Tentaciones en la carne y tentaciones en el espíritu.

Esforzarnos por ser congruentes con lo que predicamos detrás de un púlpito y lo que vivimos en el hogar tras puerta cerrada.

Y la verdad es que la mayoría del tiempo fallamos... ¿por qué? porque somos humanos.

Y osamos mirar con ojos altivos y olvidamos que somos simple mortales redimidos solo por gracia. Hermosa gracia: regalo inmerecido.

Nuestras vidas se resumen en simples intentos de hacer lo correcto. A veces con éxito, otras no tanto.

Aún así tenemos un Dios que nos ama incondicionalmente. Eso es lo que nos levanta una y otra, y otra, y otra y otra y otra y otra vez.... 24 horas al día, siete días a la semana, 365 días al año, por cada año que nos toca vivir.... claro, vivir bajo su voluntad.

Sí, hay mucha suciedad debajo del tapete de la vida cristiana. Pero existe aún, una preciosa sangre disponible para cubrir cada una de nuestras faltas. Faltas cometidas por debilidad no por deliberación. Pero, esa sangre es tan preciosa así, que aún al deliberado arrepentido (verdaderamente arrepentido), perdona.

A veces nos tocará estar arriba, otras en el calabozo más profundo. Pero habrá que recordar que no es en nuestras fuerzas, sino en las de Aquel que nos amó. Y con esa misma gratitud, amar a quien ha caído. Ya que después de todo, la vida del cristiano se resume en esto: Amar al Señor nuestro Dios con toda nuestra mente, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas, y a al prójimo como a nosotros mismos.

Amar, amar y amar... A Dios, al prójimo y a nosotros mismos. Y es ese mismo amor el que va a resplandecer en medio de tanta oscuridad, el tratar con misericordia al mas vil pecador. Y recordar siempre, pero siempre que el que esté libre de pecado, tire la primer piedra.




Martha Martínez de Valle,
Abril 2014.












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